Paul Krugman: «Keynes tiene razón» (Otra vez)

Son los momentos de crecimiento económico los adecuados para restringir el gasto público y no cuando existe una recesión. Algo así predicaba con insistencia John Maynard  Keynes allá por el año 1937. En la actualidad, es el Nobel de Economía Paul Krugman quien insiste en ello y proclama en un artículo publicado en The New York Times que “recortar el gasto del gobierno en una situación de depresión económica deprime aún más la economía y que laa usteridad debe esperar hasta que la economía se recupere”.

Por desgracia, desde finales de 2010 y principios de 2011, los políticos y los encargados de formular las políticas económicas en gran parte del mundo occidental se creen que ellos son los más listos e insisten en que hay que centrarse en el déficit y  no en los empleos, a pesar de que nuestras economías apenas han  empezado a recuperarse de la crisis que siguió a la crisis financiera. Sin embargo, los hechos están demostrando que Keynes tenía –otra vez-, razón, escribe Krugman.

El economista, que se declara partidario convencido de las tesis keynesianas, se muestra en desacuerdo con las medidas de estímulo de la economía propiciadas por Obama que constituyeron un auténtico fracaso en la lucha contra el desempleo y señala que la vigencia de la teoría económica keynesiana no se demuestra por los medidas, escasas, que puso en práctica el Gobierno Federal de EEUU para impulsar la economía, sino que se ha plasmado en países como Grecia e Irlanda, que tuvieron que aplicar unos  programas de austeridad fiscal salvajes como condición para recibir préstamos de emergencia y  han sufrido, dentro de la  Gran Depresión, otras recesiones económicas, que situaron el PIB en unos niveles ínfimos.

Dice Krugman que todas estas cosas no tendrían que haber sucedido a tenor de las proclamas de la ideología dominante en EEUU y hace una punzante referencia al informe que en marzo pasado publicó la Comisión Económica del Congreso, que se titulaba: “Gastar menos y deber menos hace crecer la economía” y en el que se ridiculiza la teoría de que la reducción del gasto en una época de depresión puede empeorar la situación a la vez que se argumenta que un recorte de gastos mejora la confianza de consumidores y empresas, lo que haría que el crecimiento fuera más rápido.

Los congresistas deberían saber que  los ejemplos históricos de supuesta «austeridad expansionista» que utilizaron para exponer sus teorías habían sido completamente desacreditados con anterioridad, manifiesta el economista estadounidense.  Y además, añade, está el hecho vergonzoso protagonizado por varios congresistas de la derecha recalcitrante que exhibieron –con demasiada precipitación-,  el caso de Irlanda como un ejemplo de éxito de la aplicación de su teoría para comprobar poco después, a mediados de 2010, como Irlanda caía hacia el abismo evaporándose la confianza de los inversores.

Sorprendentemente, este año recién terminado volvieron a las andadas. Hubo proclamas generalizadas de que Irlanda había iniciado el camino de la recuperación, lo que demostraba  que la austeridad y los recortes funcionaban; pero luego hicieron números y la realidad era tan deprimente como antes.

A pesar de todo, continúa Krugman, la insistencia en la reducción del gasto inmediato siguió dominando el panorama político con efectos perniciosos sobre la economía de EEUU. Es cierto que no hubo nuevas medidas de austeridad importantes a nivel federal, pero sí un montón de austeridad ‘pasiva’ como el estímulo de Obama que se desvaneció, y tanto el estado como algunos gobiernos locales con problemas de liquidez  continuaron aplicando recortes.

Ahora, se podría argumentar que Grecia e Irlanda no tuvieron  otra elección que imponer la austeridad o, como medida extrema, optar por no pagar las deudas y salir del euro. También otra lección de 2011 ha sido que EEUU mantiene otra opción a pesar de su obsesión con el déficit y es que los mercados financieros están proclamando que debemos pedir más dinero prestado.

La conclusión de Krugman es que 2011 ha sido un año en el que la clase política estadounidense obsesionada con el déficit a corto plazo -que no es realmente un problema-, ha llegado a crear un auténtico problema con una economía deprimida y un desempleo masivo que es lo peor que hubiera podido pasar.

La buena noticia es que tal como están las cosas,  el presidente Obama parece haber apostado por despreciar la imposición de la austeridad como prioridad y que parece que está ganando la batalla política.  Krugman termina su artículo de NYT  diciendo que quizá un año de estos empecemos a tomarnos en serio el consejo de Keynes que es tan válido hoy como hace 75 años.