Estrategia Global y Geopolítica

Vietnam necesita crecer a un ritmo del 7% anual para mantener su buena salud económica

Durante el último cuarto de siglo, Vietnam se ha convertido en una de las grandes historias de éxito de Asia. En un país que no hace mucho fue devastado por la guerra, la economía ha registrado un crecimiento anual del 5,3 por ciento desde 1986, a un ritmo más rápido que en cualquier otra economía asiática, al margen de China. Vietnam se ha beneficiado de un programa de reestructuración interna, una transición de la agricultura a la industria y los servicios, y una cuota demográfica impulsada por una población joven. El país también ha prosperado desde su incorporación a la Organización Mundial del Comercio, en 2007, la normalización de las relaciones comerciales con Estados Unidos y la garantía de que su economía está considerada como uno de los destinos más atractivos de Asia para los inversores extranjeros.

Sin embargo, y según un estudio de McKinsey Global Institute (MGI), Vietnam debe aumentar su crecimiento de la productividad laboral en los diferentes sectores para lograr un impulso en toda la economía de un 50 por ciento, hasta el 6,4% al año, si pretende cumplir la meta de su Gobierno fijada en una expansión del 7% al 8% anual del PIB para el año 2020. Sin ese aumento el crecimiento de Vietnam probablemente disminuirá hasta alrededor del 5% anual. La diferencia puede parecer pequeña, pero no lo es: para el año 2020, el PIB anual de Vietnam será un 30 por ciento menos de lo que sería si la economía creciera un 7%. El logro de un 6% es una meta difícil, pero no un objetivo sin precedentes, según publica en su web la consultora McKinsey.

En el corto plazo, Vietnam tiene que hacer frente a un entorno mundial incierto. La economía se enfrenta a una situación de mayor riesgo debido a presiones macroeconómicas, incluyendo la inflación que se ha acumulado como consecuencia de los esfuerzos del Gobierno para mantener un crecimiento pujante a pesar de la crisis económica mundial. Algunas señales indican que el sector financiero está bajo tensión y, además, las agencias internacionales de rating, han bajado sus calificaciones sobre la deuda de Vietnam. A más largo plazo, Vietnam tiene un desafío más grande ya que necesita huevas fuentes de crecimiento para sustituir su pasada y joven creciente mano de obra y la transición de la agricultura a la industria y los servicios. El crecimiento en la fuerza de trabajo todavía contribuirá positivamente al PIB, pero notablemente menos de lo que lo hizo en la última década.

Debido a que las empresas estatales siguen teniendo una enorme importancia, ya que representan alrededor del 40 por ciento de la producción nacional, la reforma de la propiedad y la gestión de los incentivos es muy probable que sean cruciales, como lo será la necesidad de mejorar su eficiencia global. La exposición de las empresas y los inversores a los diferentes resultados de crecimiento económico dependerá claramente de si están activas en el mercado interno o de exportación. Los que vieron Vietnam como una economía “low cost” con abundancia de trabajadores tendrán que cambiar su forma de pensar.

Para cubrir su exposición a China, muchas empresas multinacionales han abierto, o planean hacerlo, centros en Vietnam sin evaluar adecuadamente las posibilidades para la expansión de su negocio en el país. Muchas de las empresas nacionales orientadas a la exportación deben aumentar su productividad para ser competitivas y también deben hacerlo las multinacionales que, además, podrían participar con el Gobierno en eliminar ciertos obstáculos a las iniciativas.

Mejorar la competitividad y el uso de las últimas prácticas globales deberían ser las prioridades para las empresas vietnamitas en el sector privado. Deberían hacer hincapié en crear valor a largo plazo y en los beneficios de balance en vez de buscar ingresos desmesurados. Demasiadas empresas vietnamitas gastan su energía compitiendo en precios y muy poca en la calidad del producto. Estas empresas deben desarrollar programas para reclutar y entrenar a sus empleados de modo que mejoren su productividad y sus habilidades.

Por su parte, las empresas estatales de Vietnam tienen que reconocer las deficiencias en la bolsa del talento y seleccionar ejecutivos de nivel internacional capacitados para ayudarlas a ser más competitivas a nivel mundial. Cada vez más, tendrán que compararse con los mejores competidores internacionales no solo para valorar las operaciones internas, sino para crear planes realistas para la expansión y desarrollo de productos. En este contexto, la adopción de normas internacionales de contabilidad apoyará la creación de los parámetros de rendimiento necesarios para identificar áreas de mejora. Muchas de las empresas estatales tendrán que tomar decisiones difíciles acerca de qué empresas deberán seguir produciendo y cuáles  deberán cerrar por no ser rentables.

Los autores del estudio consideran que Vietnam tiene que actuar con decisión para atajar riesgos a corto plazo y adoptar una agenda de productividad dirigida. Si el país lo hace basándose en sus fortalezas intrínsecas -tales como la abundante fuerza de trabajo joven, sus recursos naturales y la estabilidad política, entre otras-, estimulará una segunda ola de crecimiento y prosperidad, según el informe de McKinsey.

 

 

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