Tradicionalmente se ha considerado que los comportamientos racionales y emocionales chocan entre sí (más aún en el terreno laboral) y que hay que huir de los segundos. Sin embargo, son ya varias las teorías que hablan de las ventajas que tiene que los directores de equipo tengan en cuenta los impulsos de sus trabajadores. Si los orientan hacia comportamientos que traigan buenos resultados para la compañía, esto también contribuirá a que se genere un ambiente de trabajo positivo.
En esta línea han trabajado el Premio Nobel y profesor de la Universidad de Harvard, Eric Maskin y el profesor de la Universidad Hebrea Eyal Winter. En la Teoría del Diseño de Mecanismos, Maskin habla de combinar la Teoría de Juegos, la Economía del Comportamiento y la Ingeniería para estudiar las decisiones intelectuales de los trabajadores y diseñar después unas reglas que se adapten a sus modos de pensar y actuar. En su libro Sensación Inteligente: ¿por qué nuestras emociones son mucho más racionales de lo que pensamos? (Public Affairs, 2014), Winter explica que aunque se cree que las emociones suelen estar en contradicción con la racionalidad, en realidad son un factor clave en la toma racional de decisiones.
Ambos argumentan estas teorías en una interesante entrevista recientemente publicada en McKinsey & Company, en la que Winter explica, de una manera muy gráfica, que siempre se ha pensado que los humanos tenemos “dos cajas en el cerebro, una dice a la otra qué es irracional y ambas siempre están peleando”. El profesor asegura que esta es una idea equivocada de la toma de decisiones. Dice, de hecho, que hay muchas deliberaciones que se hacen en un punto medio entre la razón y las emociones, entre la razón y el corazón como se suele decir de manera coloquial.